WLUML llamamiento contra los fundamentalismos al Foro Social Mundial
المصدر:
WLUML No existe un “choque de civilizaciones”: hoy el choque en el mundo es entre los fascistas y los antifascistas.
El ascenso de los fundamentalismos es parte del ascenso de los movimientos de extrema derecha y de la expansión de las políticas de corte pronunciadamente capitalista en el mundo actual. Esto incluye el fundamentalismo musulmán que es el contexto especifico de nuestra realidad vivida.
Durante más de dos décadas las mujeres han señalado los fundamentalismos como fuerzas políticas de la derecha y de la extrema derecha que operan bajo el disfraz de la religión y de la cultura – en vez de calificarlas como los movimientos religiosos y espirituales que pretenden ser. La influencia actual del fundamentalismo cristiano en la política de los EE.UU. y el auge de las políticas y acciones terroristas bajo el rótulo de “la defensa del Islam”, no hacen más que confirmar nuestro análisis. Por añadidura, las mujeres han tenido ocasión de comprobar en varias oportunidades – empezando por la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo (ICPD, de las iniciales en inglés), celebrada en El Cairo - el apoyo recíproco que se prestan diferentes formas de fundamentalismo y fuerzas de extrema derecha.
Durante más de dos décadas las mujeres han detectado uno de los signos indicadores de los fundamentalismos en las políticas contra las mujeres, sea en la forma de ataques contra la contracepción y el aborto en USA y Europa, o la imposición de códigos en el vestir, la obligatoriedad del velo, los ataques a la libertad de movimiento y a los derechos a la educación y al trabajo bajo los regímenes de tipo talibán. Las mujeres se han movilizado a gran escala para apoyar a las mujeres afganas que mueren de hambre bajo el burka o a las mujeres nigerianas condenadas a muerte por lapidación por haber mantenido relaciones extramatrimoniales, cuando se imponía una denominada legislación religiosa en esos países.
Con todo, nos hallamos ahora frente a un nuevo desafío: lo que parecía ser claro en términos políticos cuando hablábamos de países lejanos pierde su claridad desde el momento en que las políticas fundamentalistas se acercan a Europa o USA bajo la forma de una identidad cultural ‘auténtica’, y el apoyo mundial que una vez recibieran víctimas y resistentes al fundamentalismo se esfuma bajo el peso de consideraciones como el derecho a la ‘diferencia’ y el relativismo cultural.
¿Qué está ocurriendo? El fundamentalismo musulmán ha abierto un nuevo frente en Europa y Norteamérica. Hay abundantes signos anunciadores, como la petición de leyes separadas supuestamente basadas en la religión para resolver especialmente asuntos de familia dentro de “la comunidad musulmana”. Nuestra experiencia en nuestros países muestra que tales leyes tendrán consecuencias claramente discriminatorias contra las mujeres. Y pese a ello, los defensores del fundamentalismo piden apoyo a las fuerzas progresistas en nombre de los mismos valores que también nosotras defendemos: igualdad, antirracismo, libertad de pensamiento, libertad de expresión. Las organizaciones de derechos humanos, la izquierda y las fuerzas progresistas en su conjunto, y ahora hasta las feministas son requeridas para que presten su apoyo al programa fundamentalista.
Inquietas por la discriminación y la exclusión que con mucha frecuencia afligen a la población de origen inmigrante en Europa y Norteamérica, los fuerzas progresistas de Occidente se muestran prestas a denunciar el racismo – y eso está bien. Pero, a continuación, a menudo optan por sacrificar tanto a las mujeres como a nuestras fuerzas de oposición progresistas internas democráticas a la dictadura teocrática fundamentalista en el altar del antirracismo. O censuran sus expresiones de solidaridad con nosotras por miedo a ser acusadas de racismo.
Extraviadas por guerras e invasiones neocoloniales, las fuerzas progresistas están dispuestas a apoyar cualquier tipo de oposición a las superpotencias. Hemos tenido ocasión de observar ya a prominentes intelectuales y activistas de izquierdas declarar públicamente que no les importaba lo más mínimo que se hicieran con el poder regímenes fundamentalistas teocráticos en Palestina o Irak, con tal de que USA e Israel fueran desalojados. Hemos visto como representantes de organizaciones fundamentalistas y sus ideólogos eran invitados y aplaudidos en los foros sociales. Hemos visto a eximias feministas defender el ‘derecho al velo’ – y ello nos hace recordar con pesadumbre la defensa del ‘derecho cultural’ a la mutilación genital hace algunas décadas.
A quienes pretenden justificar su confusión política alegando que el fundamentalismo es un movimiento popular, tenemos que recordarles que Hitler fue elegido por el pueblo –i.e. por métodos democráticos- pero no desde luego en bien de la democracia.
Nosotras nos atrevemos a disentir.
Disentimos como mujeres, i.e., las víctimas más visibles de las políticas fundamentalistas, y disentimos como movimiento popular progresista democrático y antiteocrático.
Pueden contemplarse varias respuestas a una situación de exclusión u opresión: desde la izquierda, desde la derecha o desde la extrema derecha. Puede haber respuestas orientadas al universalismo, la humanidad, la democracia o los derechos fundamentales para todos; o respuestas encorsetadas y encajonadas en los particularismos, la etnicidad, las diferencias. Si es verdad que las diversidades deben ser reconocidas y evitada la imposición de la homogeneidad, no debemos olvidar nunca que la ‘diferencia’ ha sido objeto de uso y abuso por toda suerte de fuerzas de fuerzas de extrema derecha, desde el nazismo al apartheid, pasando por los estados esclavistas del sur de Estados Unidos o los fundamentalistas musulmanes, ... y las ideologías anti-mujer, por no alargar la lista. Hay que tener cuidado de no cruzar la delgada línea que lleva a la trampa que los fundamentalistas colocan a nuestros pies.
No apoyaremos una respuesta de extrema derecha a situaciones de opresión. No apoyaremos el acceso al poder de teocracias fundamentalistas. No harían más que sustituir una terrible situación de injusticia por otra todavía peor.
No apoyaremos las políticas de éstos como respuestas legítimas a la opresión, la exclusión, el racismo, la explotación y las invasiones.
Apoyaremos, con toda nuestra fuerza, las respuestas progresistas y las respuestas de equidad de género a situaciones de opresión, exclusión, invasiones y explotación.
El terror fundamentalista no es en forma alguna una herramienta del pobre contra el rico, del Tercer Mundo contra Occidente, del pueblo contra el capitalismo. No es una respuesta legítima que pueda ser apoyada por las fuerzas progresistas del mundo. Su blanco principal es la oposición democrática interna a su proyecto teocrático y a su proyecto de controlar todas las esferas de la sociedad en nombre de la religión, incluidas la educación, el sistema legal, los servicios para la juventud, etc. Cuando los fundamentalistas llegan al poder, silencian a la población, eliminan físicamente a los disidentes, escritores, periodistas, poetas, músicos, pintores –exactamente como los fascistas. Y como los fascistas eliminan a los ‘untermensch’ – los infrahumanos -, entre ellos las ‘razas inferiores’, gays, o los discapacitados físicos o mentales. Y cierran a las mujeres ‘en su sitio’, que como sabemos por experiencia acaba siendo una camisa de fuerza. Como los fascistas apoyan el capitalismo.
No existe tal ‘choque de civilizaciones’, como los Bush, de un lado, y los Bin Laden, de otro, están empeñados en hacernos creer. El choque en el mundo de hoy tiene lugar entre fascistas y antifascistas. Y esa divisoria atraviesa las demás fronteras, nacionales, étnicas y religiosas.
Hacemos un llamamiento al movimiento democrático en toda su extensión, al movimiento antiglobalización reunido en Porto Alegre, y de forma más específica al movimiento de las mujeres, para prestar visibilidad y reconocimiento internacional a las fuerzas democráticas progresistas y al movimiento de mujeres dentro de ellas, que se oponen al proyecto teocrático fundamentalista.
Les instamos a que cesen de apoyar a los fundamentalistas como si fueran una respuesta legítima a las situaciones de opresión.
Traducción del inglés: Martín Alonso
Durante más de dos décadas las mujeres han detectado uno de los signos indicadores de los fundamentalismos en las políticas contra las mujeres, sea en la forma de ataques contra la contracepción y el aborto en USA y Europa, o la imposición de códigos en el vestir, la obligatoriedad del velo, los ataques a la libertad de movimiento y a los derechos a la educación y al trabajo bajo los regímenes de tipo talibán. Las mujeres se han movilizado a gran escala para apoyar a las mujeres afganas que mueren de hambre bajo el burka o a las mujeres nigerianas condenadas a muerte por lapidación por haber mantenido relaciones extramatrimoniales, cuando se imponía una denominada legislación religiosa en esos países.
Con todo, nos hallamos ahora frente a un nuevo desafío: lo que parecía ser claro en términos políticos cuando hablábamos de países lejanos pierde su claridad desde el momento en que las políticas fundamentalistas se acercan a Europa o USA bajo la forma de una identidad cultural ‘auténtica’, y el apoyo mundial que una vez recibieran víctimas y resistentes al fundamentalismo se esfuma bajo el peso de consideraciones como el derecho a la ‘diferencia’ y el relativismo cultural.
¿Qué está ocurriendo? El fundamentalismo musulmán ha abierto un nuevo frente en Europa y Norteamérica. Hay abundantes signos anunciadores, como la petición de leyes separadas supuestamente basadas en la religión para resolver especialmente asuntos de familia dentro de “la comunidad musulmana”. Nuestra experiencia en nuestros países muestra que tales leyes tendrán consecuencias claramente discriminatorias contra las mujeres. Y pese a ello, los defensores del fundamentalismo piden apoyo a las fuerzas progresistas en nombre de los mismos valores que también nosotras defendemos: igualdad, antirracismo, libertad de pensamiento, libertad de expresión. Las organizaciones de derechos humanos, la izquierda y las fuerzas progresistas en su conjunto, y ahora hasta las feministas son requeridas para que presten su apoyo al programa fundamentalista.
Inquietas por la discriminación y la exclusión que con mucha frecuencia afligen a la población de origen inmigrante en Europa y Norteamérica, los fuerzas progresistas de Occidente se muestran prestas a denunciar el racismo – y eso está bien. Pero, a continuación, a menudo optan por sacrificar tanto a las mujeres como a nuestras fuerzas de oposición progresistas internas democráticas a la dictadura teocrática fundamentalista en el altar del antirracismo. O censuran sus expresiones de solidaridad con nosotras por miedo a ser acusadas de racismo.
Extraviadas por guerras e invasiones neocoloniales, las fuerzas progresistas están dispuestas a apoyar cualquier tipo de oposición a las superpotencias. Hemos tenido ocasión de observar ya a prominentes intelectuales y activistas de izquierdas declarar públicamente que no les importaba lo más mínimo que se hicieran con el poder regímenes fundamentalistas teocráticos en Palestina o Irak, con tal de que USA e Israel fueran desalojados. Hemos visto como representantes de organizaciones fundamentalistas y sus ideólogos eran invitados y aplaudidos en los foros sociales. Hemos visto a eximias feministas defender el ‘derecho al velo’ – y ello nos hace recordar con pesadumbre la defensa del ‘derecho cultural’ a la mutilación genital hace algunas décadas.
A quienes pretenden justificar su confusión política alegando que el fundamentalismo es un movimiento popular, tenemos que recordarles que Hitler fue elegido por el pueblo –i.e. por métodos democráticos- pero no desde luego en bien de la democracia.
Nosotras nos atrevemos a disentir.
Disentimos como mujeres, i.e., las víctimas más visibles de las políticas fundamentalistas, y disentimos como movimiento popular progresista democrático y antiteocrático.
Pueden contemplarse varias respuestas a una situación de exclusión u opresión: desde la izquierda, desde la derecha o desde la extrema derecha. Puede haber respuestas orientadas al universalismo, la humanidad, la democracia o los derechos fundamentales para todos; o respuestas encorsetadas y encajonadas en los particularismos, la etnicidad, las diferencias. Si es verdad que las diversidades deben ser reconocidas y evitada la imposición de la homogeneidad, no debemos olvidar nunca que la ‘diferencia’ ha sido objeto de uso y abuso por toda suerte de fuerzas de fuerzas de extrema derecha, desde el nazismo al apartheid, pasando por los estados esclavistas del sur de Estados Unidos o los fundamentalistas musulmanes, ... y las ideologías anti-mujer, por no alargar la lista. Hay que tener cuidado de no cruzar la delgada línea que lleva a la trampa que los fundamentalistas colocan a nuestros pies.
No apoyaremos una respuesta de extrema derecha a situaciones de opresión. No apoyaremos el acceso al poder de teocracias fundamentalistas. No harían más que sustituir una terrible situación de injusticia por otra todavía peor.
No apoyaremos las políticas de éstos como respuestas legítimas a la opresión, la exclusión, el racismo, la explotación y las invasiones.
Apoyaremos, con toda nuestra fuerza, las respuestas progresistas y las respuestas de equidad de género a situaciones de opresión, exclusión, invasiones y explotación.
El terror fundamentalista no es en forma alguna una herramienta del pobre contra el rico, del Tercer Mundo contra Occidente, del pueblo contra el capitalismo. No es una respuesta legítima que pueda ser apoyada por las fuerzas progresistas del mundo. Su blanco principal es la oposición democrática interna a su proyecto teocrático y a su proyecto de controlar todas las esferas de la sociedad en nombre de la religión, incluidas la educación, el sistema legal, los servicios para la juventud, etc. Cuando los fundamentalistas llegan al poder, silencian a la población, eliminan físicamente a los disidentes, escritores, periodistas, poetas, músicos, pintores –exactamente como los fascistas. Y como los fascistas eliminan a los ‘untermensch’ – los infrahumanos -, entre ellos las ‘razas inferiores’, gays, o los discapacitados físicos o mentales. Y cierran a las mujeres ‘en su sitio’, que como sabemos por experiencia acaba siendo una camisa de fuerza. Como los fascistas apoyan el capitalismo.
No existe tal ‘choque de civilizaciones’, como los Bush, de un lado, y los Bin Laden, de otro, están empeñados en hacernos creer. El choque en el mundo de hoy tiene lugar entre fascistas y antifascistas. Y esa divisoria atraviesa las demás fronteras, nacionales, étnicas y religiosas.
Hacemos un llamamiento al movimiento democrático en toda su extensión, al movimiento antiglobalización reunido en Porto Alegre, y de forma más específica al movimiento de las mujeres, para prestar visibilidad y reconocimiento internacional a las fuerzas democráticas progresistas y al movimiento de mujeres dentro de ellas, que se oponen al proyecto teocrático fundamentalista.
Les instamos a que cesen de apoyar a los fundamentalistas como si fueran una respuesta legítima a las situaciones de opresión.
Traducción del inglés: Martín Alonso
Submitted on اثنين, 01/24/2005 - 00:00